Y comienza a vivir

Y comienza a vivir

ENERGÍA ACÚSTICA PARA EL ALMA

martes, 7 de marzo de 2017

~...MENTAL.MENTE...~ Guión 1º de Imagen

(me falta corregir ortografía)

Mental.Mente




Basado en el libro
Los renglones torcidos de Dios
De Torcuato Luca de Tena






secuencia 0: rótulos sobre negro


“Las enfermedades más peligrosas son aquellas que nos hacen creer que estamos sanos”.
Delirium. Lauren Oliver




“La verdadera locura quizá no sea otra que la sabiduría misma que, cansada de descubrir las vergüenzas del mundo, ha tomado la inteligente resolución de volverse loca”.
Los renglones torcidos de Dios. Luca de Tena




secuencia 1: patio interior, día.

Una mujer de unos 35-40 años, pelo rubio ceniza, con unos pantalones de hombre, grises, viejos; zapatos bajos; blusa blanca descolorida, sobre ella una chaqueta de punto, gris, camina pensativa por el patio interior de un recinto.
De vez en cuando mira apenada a su alrededor, y sigue caminando, de un lado para otro.

Se le acerca un hombre, pantalones desgastados, blusa gris descolorida.

Ignacio
(Con cierta simpatía y cariño)
Alicia, ¿quiere un cigarro? La veo nerviosa por algo.

Le ofrece un cigarro.

alicia
No, gracias Ignacio, ahora no puedo. Lo aceptaré más tarde, estoy esperando a que me llamen para pasar al despacho del Director.

Suena una voz desde la entrada del patio.

Enfermero 1
Alicia, el Doctor Cavellanos me ha pedido que la lleve hasta su despacho, venga conmigo por favor.

alicia
(Hace un gesto con la mano)
Hasta luego Ignacio.

Ignacio
Suerte señora de Almare.



Camina Alicia por el largo pasillo detrás del enfermero. Se atusa el pelo y se coloca la blusa.

Llegan a una puerta. El enfermero toca dos veces, abre la puerta y le cede el paso a la mujer. Ésta entra decidida y cierra la puerta tras de sí.


secuencia 2: interior del despacho, día.

Entra Alicia al despacho.
Se oye un leve hilo de música clásica de fondo, que sonará todo el tiempo.
Se siente un ambiente de paz y armonía.
Al fondo un hombre, de mediana edad, pelo canoso, gafas grotescas, camiseta blanca y corbata azul, delante de él una mesa de escritorio, con un montón de papeles.
Irradia serenidad y simpatía.
El hombre sonríe, mira a la mujer y le hace un gesto con la mano señalando una silla.

Doctor cavellanos
Pase señora, por favor, siéntese.

Se sienta Alicia en la silla, el cuerpo erguido, las rodillas muy juntas y las manos sobre el regazo.

Alicia
¿Es usted el Director Melgar?

doctor cavellanos
No señora, soy el Doctor Cavellanos, jefe de la unidad en la que se encuentra, el director está ausente, pero yo empezaré a hablar con usted.
¿Puedo hacerle unas preguntas, señora?
Alicia
Para eso está usted ahí, Doctor.

Cavellanos
¿Querrá usted responderme a ellas?

Alicia
Para eso estoy aquí.

Cavellanos
Antes de empezar, si en algún momento ve conveniente interrumpirme por algo, siéntase libre de hacerlo.
¿Quiere tomar algo? ¿Una taza de té? ¿Agua?
Alicia
Un vaso de agua estaría bien.


Se levanta y llena un vaso de agua de una jarra. Se lo ofrece a Alicia. Luego Se sienta en la silla y se apoya en el respaldo en posición cómoda, mirando a la señora.

Cavellanos
(Carraspea la voz)
Veamos, quiero, en primer lugar, conocer su consciente: lo que usted sabe de sí misma, cómo es, y cómo desearía ser. Esto lo lograremos simplemente charlando con sinceridad. Después quiero conocer lo que usted ignora de sí misma, su subconsciente, y hacerlo aflorar a su plano consciente. De modo que preciso de usted dos declaraciones: que me cuente lo que sabe ¡y lo que no sabe de Alice Kingston!

alicia
(Bromeando)
Esa última parte debe ser un tanto complicada, ¿cómo voy a contarle yo lo que desconozco?

cavellanos
(Sonriendo)
No dude que acabará contándomelo, ¿está usted dispuesta?

alicia
Hay una parte Doctor, una pequeña parte de mi vida, que desearía reservar al Director Melgar para cuando regrese, si usted me lo permite.

cavellanos
Aceptado el trato. Cuando usted penetre en esa zona reservada al director, no tiene más que decir “Acotado de caza” ¿de acuerdo?

alicia
(Satisfecha)
De acuerdo.

Coge un cuaderno el Doctor Cavellanos y comienza a hablar.
cavellanos
Veamos, su nombre de soltera es…

alicia
Alice Kingston.

cavellanos
Se cambió usted el nombre a Alicia de Almare cuando se casó con su marido, ¿cierto?

Alicia
Cierto.

cavellanos
¿Nació usted?

Alicia
Bristol, Inglaterra. A los 6 años me vine a vivir a España, pues mi padre era español, y al morir mi madre decidió volverse aquí a trabajar.

Cavellanos
¿Cómo llevó usted la muerte de su madre siendo tan joven?

Alicia
No piense usted Doctor que la muerte prematura de mi madre me creó algún trauma, mi padre supo conservar su memoria en mí, me hablaba constantemente de ella, con mucha ternura y, aunque algunas veces la eché en falta, él supo apañárselas bastante bien para educarme y hacer de mí una mujer espléndida y modélica como lo fue mi madre.
Cuando hacía algo mal me reprendía diciéndome que mi madre no habría dicho eso o habría hecho eso; Y cuando hacía algo bien, se sentía orgulloso de mí y me decía que, algún día, llegaría a ser cómo ella.





Cavellanos
¿Y no la molestaba o no hería su sensibilidad infantil esa comparación constante con su madre, a quien prácticamente no llegó a conocer?


Alicia
No Doctor, mi madre era el ideal que yo debía alcanzar. Mi padre me la pintaba como la suma de las perfecciones, como el modelo que yo debía imitar para ser digna, bondadosa y fuerte.

Cavellanos¿No tuvo nunca celos del amor que su padre manifestaba por su madre?

alicia
No Doctor. Sigmund Freud, que es quien ha metido esa idea en la cabeza de todos los psicoanalistas, era un perfecto cretino…

cavellanos
(Sorprendido ante esas palabras)
No precisamente un cretino…

Alicia
Pero sí equivocado en las interpretaciones exclusivamente sexuales que daba a los símbolos, los sueños y los secretos ocultos de nuestro subconsciente.
¡No sólo somos sexo Doctor!

cavellanos
(Asintiendo con la cabeza)
Si le sirve de consuelo, le diré, señora, que opino lo mismo que usted: salvo en lo de cretino…pues hizo grandes cosas por la psicología.




Se quedan un momento en silencio.
Alicia bebe agua.
El Doctor Cavellanos anota en su cuaderno: “Alto concepto paternal y creencia de superioridad y admiración hacia su madre. Firme en sus convicciones basadas en buenos argumentos”.
Alicia no mueve ni un solo dedo, apenas se inmuta.




cavellanos
Continuemos.
¿A qué se dedica usted?
¿Qué estudios tiene?

Alicia
Soy licenciada en Ciencias Químicas. Pero me dedico a la investigación.

Cavellanos

¿A qué tipo de investigación?

Alicia
(Con una leve sonrisa en la cara)
A la científica no, a otra muy distinta: soy detective diplomado.

CAvellanos
(Sorprendido)
¡Ah! ¡Qué profesión más fascinante! Tendrá usted que contarme con más detalle, me interesa su profesión, pero prosigamos…
¿Tiene usted hijos?

alicia
No.

cavellanos
¿No ha deseado tenerlos?

alicia
Fervientemente. ¡Ahí tiene usted, Doctor, para hallar en mí una frustración!





Cavellanos
¿Dé quien es la culpa de no tener descendencia?


alicia
Lo ignoro Doctor y no mato el tiempo pensando en ello precisamente. La culpa es muy relativa, lo que para unos es culpa, para otros son motivos de actuación, y no por ello dejan de arrepentirse.

cavellanos
Ya veo, es usted muy inteligente, señora de Almare, y tiene un dominio del vocabulario y la lingüística impresionantes. Casi podría ser yo el que estuviera en su lugar sentado, y usted en el mío…

Alicia
No sea modesto, Doctor Cavellanos.

cavellanos
¿Puede usted escuchar a un hombre de edad, sin que ello la ofenda, que me agrada usted mucho?

alicia
(Le sonríe)
Oír eso no puede ofender a ninguna mujer, Doctor. Y, además, usted no es hombre de edad.

cavellanos
Bien, ¿qué opina usted de su marido?

alicia
(Con voz neutral e indiferente)
“Acotado de caza”.

El Doctor Cavellanos se reclina hacia atrás en su silla y coloca las manos sobre la nuca.
Con expresión cautivadora y curiosa sigue hablando.

Alicia, por su parte se relaja en la silla, bebe un sorbo de agua y contempla a su interlocutor.

cavellanos
¿Le agrada la soledad?

alicia
(Sorprendida por la pregunta)
A veces la busco y la necesito. Pero con limitaciones. ¡Soy humana, y como humana un animal social! Mis incursiones en la soledad son esporádicas…pero si persistieran contra mi voluntad, estaría dispuesta a echarme en brazos del primer ser viviente con quien me topara… ¡y traicionar mis prejuicios puritanos!

cavellanos
Ha dicho usted con el primer ser viviente, ¿aunque fuese una mujer?

alicia
¡Ay Doctor! Carezco de esas inclinaciones, aunque me siento profundamente impresionada y atraída por la personalidad de algunas mujeres cuando reúnen al completo las cualidades esenciales de la femineidad: la abnegación, la delicadeza, la intuición y sobre todo la belleza, cuando su belleza exterior es como un reflejo de su interioridad.


El Doctor Cavellanos anota en su cuaderno: “mujer que sabe lo que quiere; excelente dominio del lenguaje y excelente autoconocimiento y autocrítica.
Coge sus gafas y las limpia.
Luego sonríe a Alicia y prosigue con la charla.




cavellanos
Dígame: ¿Qué es lo que más le desagrada de usted misma?

alicia
(Señalando a la ropa que lleva puestas)
¡Verme así vestida!

cavellanos
¿De qué está usted más satisfecha?

alicia
De mi afán de superación.


cavellanos
¿Y más descontenta?

alicia
De no hacer todo lo que debo por cultivar mi espíritu y ayudar a los demás.

cavellanos
(La mira profundamente y sin pestañear. Lentamente dice)
¿Por qué intentó usted envenenar a su marido?

alicia
“Acotado de caza”.

cavellanos
Eso me temía… ¿Qué piensa usted de las artes?

alicia
El arte es la ciencia de lo inútil.

El Doctor Cavellanos se sorprende, se coloca en posición recta en la silla frente a Alicia, frunce el ceño y la mira.

cavellanos
¿Quiere usted decir que desprecia las artes, que las considera algo trivial y a quienes las practican gentes desocupadas que no tienen otra cosa mejor que hacer?



alicia
(Con media sonrisa)

Nada de eso Doctor, ¡Considero que el arte es tanto más sublime cuanto mayor es su inutilidad!

cavellanos
(Con cara de intriga)
¡Explíquese mejor!

alicia
El hombre es el único animal que se crea necesidades que nada tienen que ver con la subsistencia del individuo y la reproducción de la especie.
No le basta con comer para alimentarse sino que además condimenta los alimentos y lo llama gastronomía; no se contenta con cobijarse, sino que construye edificios con líneas armoniosas y caprichosas que exceden de su necesidad, lo cual no ocurre con la guarida del zorro o la madriguera del conejo.
¿Hay algo más inútil que la corbata que usted lleva puesta?


El Doctor Cavellanos, encantado con las palabras de Alicia, se lleva la mano a la corbata y la mira, sin dejar de escuchar. Luego vuelve la mirada a Alicia, expectante.

Alicia
¿De qué le sirve al estómago una salsa curry o un postre tiramisú?
Pues bien, todo eso que está inútilmente añadido a la pura necesidad es arte. La gastronomía, la hoy llamada alta costura, la decoración, la poesía, la danza, la pintura, la música…



alicia
(Enfatizando la exclamación)
¡Oh la música!
¿Qué mayor inutilidad que unir unos ruidos con otros ruidos que no expresan directamente nada y que pueden interpretarse de mil formas distintas? ¿Eso a quién alimenta? ¿A quién abriga? ¡A nadie! Biológicamente hablando es la más inútil, pero es la más grande de todas.

Hace una pausa Alicia para tomar aliento.
El Doctor Cavellanos no dije nada.


alicia
(Avergonzada)
¡Ah Doctor! Estoy hablando como un ser pedante. Discúlpeme, no quiero hablar más.

cavellanos
(Voz insistente)
Por favor, prosiga, la he llamado precisamente para que conversemos.

alicia
(Voz tímida)
Estoy tan avergonzada de mi charlatanería…que ahora desearía ser “mutista” como mi compañero de mesa en el desayuno, que no habla porque no le da la gana, según va poniendo en su cuaderno, un tal Bocanegra.

cavellanos
¡Ah sí! Así le llaman: Bocanegra. Ese sí que es un verdadero enfermo….
(Arrepintiéndose de lo que acaba de decir)
¡Un verdadero enfermo!

Hace un breve silencio que aprovecha para apuntar en su cuaderno: “personalidad cautivadora,  literalmente”.



cavellanos
¿Le agrada a usted el silencio?

alicia
¡Puf! El silencio… El silencio no existe.
¿Me va usted a tolerar que siga parloteando? Me avergüenza el concepto que va usted a formarse de mí.

cavellanos
¿Y si le dijera que además de conocerla clínicamente me interesa conocerla intelectualmente?

alicia
Me sentiría muy pedante, Doctor Cavellanos, me gusta tener cierto sentido de la medida.


cavellanos
Expláyese mejor, ¿por qué dice que el silencio no existe?


alicia
He aquí una palabra, silencio, que el hombre ha inventado para expresar una realidad que no ha experimentado jamás, para describir lo que nunca ha conocido: porque todo en él y alrededor de él es un cúmulo de mínimos estruendos. Y la voz que sonó una vez no se pierde para siempre. La vibración de la onda sonora se expande y aleja, pero permanece eternamente. Esta conversación que estamos teniendo, Doctor, existirá en el futuro en algún lugar lejano.

El Doctor arquea las cejas, y observa descaradamente a Alicia, entre compadecido y admirado.

alicia
¡Oh, Doctor, le he aburrido!


Tras unos instantes de silencio.

alicia
¿No me responde Doctor Cavellanos?

cavellanos
(Con los ojos abiertos de par en par, anonadado)
Después de sus admirables palabras sobre el silencio, respéteme usted, señora de Almare, que me recree recordándolas.

El Doctor Cavellanos baja la vista y se queda pensativo unos instantes.

alicia
¿Le he molestado en algo, Doctor?

cavellanos
(Con voz dulce)
Sí, cállese.

Mira a la mujer con cierta compasión.


cavellanos
(Haciendo énfasis en la palabra exactitud)
¿Conoce usted, Alicia, con exactitud las razones por las que se encuentra aquí?

alicia
(Totalmente confiada)
¡Sí, Doctor! Estoy legalmente secuestrada.

cavellanos
¿Por quién?

alicia
¡Por mi marido!

cavellanos
¿Y por qué su marido haría una cosa así?

Alicia
¡Porque yo se lo pedí!
Cavellanos
¿Para qué?

Alicia
“Zona rastrillai”

CAvellanos
¿Qué quiere decir eso?

alicia
“Zona acotada”, en ruso

Cavellanos
Hábleme de su secreto, Alicia.

alicia
“Vedado de caza”.

Cavellanos
Bien. Señora, es usted una mujer… modélica, ¡Qué expresión tan torpe!  Es usted una mujer admirable: ésa es la palabra: digna de admiración y con una personalidad cautivadora. Me siento realmente satisfecho de haberla conocido. Sólo lamento el sitio…y la ocasión…
Dígame, ¿hay algo que pueda hacer por usted? ¿Necesita alguna cosa? Dígamelo y si yo puedo proporcionárselo se lo daré.

alicia
(Pensativa pero a la vez feliz de que le haya hecho esa pregunta)
Pues…Sí, Doctor, Míreme, no estoy acostumbrada a vestir así, y desearía poder ponerme mi ropa, mis vestidos, aunque tenga que seguir manteniendo la discreción. ¡Quiero vestirme de mí misma!

cavellanos
Cuando suba usted a su cuarto se encontrará con sus objetos personales.
Y  esto es todo. Ya puede irse, seguiremos charlando otro día.
Ha sido un placer hablar con usted Alicia de Almare.

Alicia se levanta de la silla impulsada por las palabras del Doctor, para marcharse.

alicia
Lo mismo digo Doctor, por cierto ¿Qué dije antes para que usted se enfadara? Cuando hablaba tras lo  del silencio.


cavellanos
No me enfadé con usted, Alicia, sino con el hecho de que…
(Hace una pausa)
…De que sea usted tan perfecta y que a pesar de ello…
(Hace una pausa)
¡Bien! ¡Me callo! Algún día se lo diré.

Alicia se dirige hacia la puerta, la abre, y antes de salir se vuelve y le pregunta al Doctor Cavellanos.

alicia
Doctor, una última pregunta: ¿Cuándo regresa don Víctor Melgar, Director de este sanatorio…?

Cavellanos
Dentro de cinco semanas más o menos. Ayer inició sus vacaciones.
Espero que su estancia aquí sea lo mejor posible.

alicia
¡Gracias Doctor! Hasta pronto.

EL Doctor Cavellanos escribe en su cuaderno: “No es usual ver a los ángeles en el infierno”.

Alicia sale del despacho y va por el pasillo, hacia el patio interior.





secuencia 3: patio interior, día

Alicia entra al patio interior. Se sienta en una silla para pensar.
Mira a su alrededor, apenada, con cierta compasión
Ve a dos jóvenes tambaleándose al lado de un árbol; a una mujer saltando y gritando: yo soy la reina de Pitiminí; a un hombre  sentado en el césped, sin moverse; a otro hombre escribiendo impulsivamente en un cuaderno destrozado.

Alicia (off)
(Mirando a la gente del patio)
Que peculiar y diferente el cuadro de personas que buscan su lugar en el libro de la vida, lleno de renglones torcidos…





FIN