Y el vaso está a rebosar,
se sale por los lados,
al igual que mi soledad,
cuña de mi desamparo.
Y el cigarro consumido.
Melodía de fondo para ahogar mis penas.
¿y quién da más?
Tristeza, llévame ya,
acaba conmigo,
o déjame libre.
Ritmos al corazón mientras las cejas se mueven.
Un músculo se arquea,
¿y qué pasa?
Así es la vida,
estoy harta de poesías,
de la melancolía.
Y de la falta de ese algo que mata mi alma.
Grito por empatía,
por dulzura en unos ojos,
por tener alguna amistad con quien salir un sábado silencioso.
Y si este es mi tiempo de hablar,
diré estas consumidas palabras,
como ese humo que se disipó con el aire frío de esta noche helada.
¿Y qué te importa?
Si nunca vas a saber cómo es mi alma.
Ni tú ni nadie.
Y estoy cansada.
Pero me la pela,
como la fruta más podrida que me como por ser la última que queda.
Yo misma.
¿Y qué coño?
Me derramo el cubata encima mientras un poco de drum and bass suena ente mis espinas.
Y si esto es rima, que venga aquel que dijo que el amor eran párrafos y me corte en dos,
porque quiero clonarme y hacer el amor conmigo misma.
Ego putrefacto en noches de escarcha y cacique.
Y no sé a dónde iré,
pero de momento, Brooklyn es lo único que entra hacia mi alma.
Y quiero que mi mente se embriague y caiga al suelo,
ebria de pensamiento sin parar de sonreir.
No te detengas,
muerte lenta y dulce, compañía.
Y el verso más bonito y doloroso se lo dedico a cualquier estrella,
porque ninguna persona me ha razonado que deba ser para ella.
Como la rabia misma.
Aliento de mis dientes tornados de gris espanto.
¿Te gusta?
Pues sigue bailando.